A menudo pienso en lo engañosos que son los pensamientos. Vas por la calle, enumerando tareas, deberes, recuerdos, obligaciones venideras…los vas anudando mientras creas nuevas ideas en las que, contra toda lógica, seguir pensando….no hay nada que te acerque a la realidad mientras tanto. Sólo puede pasar desapercibido todo aquello sobre lo cual no prestamos atención, sobre todo aquello que no enfocamos atentamente. Así me he ido dando cuenta yo de cómo me transformo diariamente, de cómo te transformas tú mientras tanto, de cómo todo va cambiando; una vida, un espacio, una casa, un barrio, una ciudad y un estado.
Los únicos que no cambian son los muertos. Los que nos dejaron y nos conocieron, por millones en los telediarios y a los que, tele-diariamente, jamás tenderemos la mano o daremos un beso.
Recuerdo cómo era mi cara de antaño por la fotografía, recuerdo lo que pensaba por lo que dejé plasmado, no recuerdo lo que sentía porque el tiempo lo ha ido solapando dejándolo todo almibarado. Veo todas las fotografías que conservo y que podrían documentar una película fotograma a fotograma. Sería una película con final abierto me temo. Saldríais tantos en ella. De pequeño jugaba a crear la historia de los ocupantes de los coches que de contrario se nos cruzaban por la carretera. En ese fugaz momento en que veías apenas unos rostros en el instante justo de una acción,-he visto de todo-, peleas, gente cantando, discusiones, he visto muchos borrachos, niños tirando de los pelos a sus padres, padres pellizcando piernas hacia atrás y contorneándose, he visto grandes gestos de amor. Quizás te he visto a ti lector, lectora, quizás fuiste tú, mujer con la que me besé y rocé mímicamente escondido en un asiento y por el diminuto lapso que dura un semáforo rojo en tornarse verde, eras tan guapa y disfruté tanto esa estancia en Sevilla que aún hoy la considero a ella uno de mis rollos, en ese recuento estúpido e incomprensible que hacemos de nuestras relaciones, haciendo categorías que en mi caso, llega a crear etiquetas del tipo pelandrusca o gran amor de dos horas y media.
Decía que así voy pensando mientras camino, saltando de una rama a otra. Sobrevolando, por inconsciente, la realidad y lo cotidiano, consumiendo segundos mientras tanto, echando un rato contigo de nuevo lector, mientras tanto. Qué lástima que no tenga una cámara de fotos a mano, que no estés tendida, (es mi guiño lectora), desnuda a mi lado.
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