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Si yo no fuera yo, si tú no fueras tú, si España no fuera España incluso.
Si hoy nunca hubiera sido hoy mientras tanto. Si nada entonces supiera la arena
de tus pasos, ni la mesilla de noche de tu última lectura. Si las sábanas no
hubieran grabado la impronta de tu cuerpo una vez más. Si no hubiera sido tu
espalda, ni tu cuello, si tu pecho hubiera sido ignoto e inexplorado, si no
hubiera sido mía tu orogénesis, ni mis movimientos o mis besos te hubieran
pertenecido. Si entonces el tiempo no hubiera sido sino un pacto ¿qué fue lo
que anduvimos haciendo? Si no hubiéramos soñado no tendríamos recuerdos. No nos
habríamos tendido en la umbría al fondo de los helechales, donde los abejarucos
comienzan de nuevo a girar la rueda de la vida, sin saber que están en Piornal,
ni que nosotros, lasos, negaríamos estar allí desde ese momento. Si no
hubiéramos paseado no nos habríamos descubierto, ni yo te habría subido la
falda, ni tú me habrías retenido tanto tiempo. Si yo no fuera yo ni tú fueras
tú, si el sol no nos hubiera acompañado en su descenso, ni la noche hubiera
mostrado su deleite. Si Goytisolo no hubiera detenido el tiempo. Si entonces
tus manos no hubieran vuelto a hablar por entre los saltos de agua, ni tu boca
hubiera abierto la frontera de tu cuerpo. Si entonces hubiera sido nunca. Si
sueño hubiera sido vida y nosotros sólo hubiéramos sido nosotros. Si el
silencio no hubiera exhibido la prolongada sombra del deseo bajo los robles
mucho más allá del gran castaño caído, mientras tu cabello humedecía mis
hombros y el futuro no alcanzaba sino hasta la hora de la siesta. Si nunca
hubiéramos sido. Si no hubiéramos tenido manos, ni lengua, si no hubiéramos
anudado el día ni hablado entonces de música ni de poesía, si no hubiéramos
dicho que nos encantaba Hokusai, o Hiroshige, si nada entonces hubiera sido. Si
yo no fuera yo, ni tú fueras tú. Si pudiera volver a amasar todo esto que
escribo.