domingo, 5 de septiembre de 2010

En verdad no sé.


Hoy es un día en que me pierdo entre precisos, he de decir incluso sorprendentes –por inesperados-, garabatos, no sé cómo ha sido, simplemente ha sido es todo lo que digo. No sé si será lo liviano, veloz o decidido, del trazo, diría que cabezón y terco, también ensimismado. A ratos parece que es mi mano la que recorre lo que la vista transita, no sé, ya lo he dicho. Quizás son otras tantas huellas las que rastrea mi corazón perdido, lo sé, esto quizás sí lo sé, o lo imagino dándolo por cierto. No sé (lo siento). Nunca he creído que la verdad exista, sin embargo la mente vuela, el cuerpo vuela y el corazón, sí, otra vez el corazón, cree que halla y entonces vuelvo a no saber. No es confusión, no, probablemente es hastío ante tanta tribulación arrastrada por demasiados días, tantos, que parecen que sepan a la palabra sempiterno y que, no sé por qué, se me antoja que tiene el sabor oxidado de la propia sangre. Quizás sea que sencillamente no creemos, nunca creemos o, simplemente se trata sólo de que queremos creer una vez más, pues de eso se trata: Probar nuevamente que estamos equivocados y que la realidad, sí, la realidad sea acaso como la verdad y tampoco exista. Son quizás trazos que dibujan un anhelo incierto, como de mentirijilla, pues tanto apesadumbran pese a todo. No hay nada que pueda borrar esos gestos ya, y por eso me embargan sin embargo. Nada hay que se pueda hacer mientras tanto. Dejaré de escribir quedándome en silencio, así quedará la noche dibujada en uno de esos gestos, mientras yo, yo, sólo me arrastro por una página en blanco.