Los miserables te miran a los ojos y te mantienen la mirada.
Te apuñalan al irte y todo se lo guardan cuando no los ves. Los miserables no
recogen la caca de sus perros, ni dicen buenos días, ni gracias, aún menos por
favor, tampoco dicen adiós al irse. Los miserables no distinguen el bien del mal, sino lo ajeno
de lo propio con la insana intención de hacerlo todo suyo. Muchos miserables
reniegan de la palabra ladrón pero usan como título las de gestor, político,
mando, jefecillo, administrador. Otras miserables se esconden en la palabra
vecino, incluso amigo, los menos en las de novio o novia. Los miserables sólo
quieren cambios para mejor y para ellos. Los miserables no votan, apuestan a
quien creen ganador. Los miserables no toman partido sino que intentan sacarlo.
Los miserables son hipócritas y desprecian al otro, al que creen inferior. Los miserables tienen complejos de
aceptación, tienen miedo de que se les valore por lo que son. Los miserables
hablan constantemente de lo que son con el ánimo de convencer a quién no es
capaz de ver lo que no existe ni es. Los
miserables exigen lo que no dan. Los miserables no tienden la mano, la ponen.
Los miserables tratan de que el éxito ajeno o el mérito que no les pertenece
sea suyo, si no lo consiguen , lo llamarán enemigo. Los miserables no recuerdan
lo que deben, ni devuelven lo que piden, ni dan valor a lo que reciben. Los
miserables pretenden que todo les salga gratis pero encarecen constantemente lo
que a ellos no les cuesta y toca dar. Los miserables son desgraciados
desagradecidos. Los miserables son inflexibles y frágiles. Los miserables
tienen miedo de sus iguales y de su falta de límites. Los miserables exigen y
apologizan sobre una moralidad que no aplican. En la palabra miserable no cabe la
palabra ética. Los miserables esperan ser perdonados constantemente, que todo
se les pase por alto, porque sí. Los miserables saben esconder su culpa y son
magníficos sembrando dudas. ¿Cuántos véis?
viernes, 17 de enero de 2014
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