Imaginen por un momento que
se hallan al fondo de un larguísimo pasillo inexplicable, que enfrentan una
puerta que permanece cerrada y que les quedan a la altura de los ojos dos
botones, rojo y azul, a modo de timbre y con sendas inscripciones que dicen
alternativamente: BOTÓN AZUL: “El botón rojo es falso” y BOTÓN ROJO: “EL botón azul es verdad”. ¿Qué les
parece, lo han pensado? ¿qué botón pulsarían? ¿por qué? Tómense su tiempo, no
hay prisa, tienen cuatro años para decidir, incluso para averiguar qué está
pasando, si acaso pasa algo, o si nos engañan nuestros sentidos, una vez más,
haciéndonos pensar algo por puro prejuicio, o no. Haciéndonos errar casi
seguro, dejándonos acertar sólo por azar, o no, ¿ o sí?.
Al cabo deténganse en una
pregunta, sólo una, tan sencilla que es complicadísima, ¿de qué ha de estar
lleno un cántaro para que pese menos que vacío ?
Poned atención, concentraos, a menudo la vida
sólo es todo aquello que percibimos. Si nuestra vida es ir cabizbajos esa será
nuestra vida, si acaso solo ponemos la mirada en el trabajo o el dinero y
renunciamos a todo lo demás, ¿qué tipo de vida cultivamos así haciendo? ¿Acaso
no son nuestros también los entretiempos y los tiempos compartidos, los amados
o incluso los dormidos? Si se renuncia a ser flexible, gran parte de nuestra
vida pierde sentido, pues lo que hacemos en la vida nos hace ser. No somos
entonces trabajadores, somos hombres. No somos ciudadanos, somos personas. A
veces creemos que pensamos lo que debemos pensar y no lo que efectivamente
pensamos si nos detuviéramos un momento a valorar todo debidamente. Vemos
problemas donde casi siempre sólo hay engaño, ilusión, pues todo puede ser
reconducido si se provocan las circunstancias adecuadas. Sólo quiero decir que
si los problemas existen, también lo hacen las soluciones, que si un problema
no tiene solución, no es un problema, sino un misterio. No son Wittgenstein o
Lao-Tzsé los que hablan, sino la necesidad que tenemos todos de que así sea.