Éstos son unos días que escriben nuevas páginas en las entrañas de la palabra Historia, para abrazarnos un poquito más aliviados, para recordar que podemos estar, cuerpo a cuerpo, tan cerca de compartir un jirón de la armonía que tanto echamos en falta, del deseo de la bonanza, de la tranquilidad, de la libertad que tanto se añora cuando no se tiene. Hablo de la paz y vengo a blandir ahora las palabras. Hoy, ayer, el otro día, de repente un rayo de luz ha convertido la palabra “definitiva” en la posibilidad de mutar en la palabra “duradera”, en la posibilidad también de matar, apenas así sea un apenas, no sólo a la angustia que demuda, sino también al propio verbo matar y hacerlo, además, conjugado con la palabra esperanza y no enjugado, como siempre, como hasta éstos hoy, con la palabra lágrimas. Sólo puedo desear que en cada uno de los siguientes días que caminan hacia el futuro, éste sea un nuevo rayo de luz, de luz que, sempiterno, saje, dándonos un respiro, la niebla terrible que nos atenaza implacablemente desde hace ya demasiado tiempo. Luz, Razón, que no puede ser derrotada por la oscuridad egoísta y unilateral si cuenta con nuestra ayuda. Luz, Razón que, pues somos humanos, debemos abanderar como signo distintivo. Hablo, aquí, hoy, ahora, de inteligencia, de amor, de serenidad, de conciencia, de equilibrio, de honor, de ética, de moral, de bonhomía, de pundonor. Sólo así puede el hombre imitar detener el tiempo, encarcelarlo en la palabra Paz.
Aún con todo recuerda, querido lector, que Libertad, Fraternidad, Justicia, Amor, Respeto, son sólo frías palabras hueras si no tienen tu corazón.