El
amigo Manuel Juanes señaló con mucho acierto en una de las tertulias clausuradas, (quizás la palabra sea censuradas,
aunque no sé muy bien pues fui parte), en Canal Extremadura con el nuevo
gobierno y en las que participábamos, que todos aquellos españoles menores de
53 años no habíamos votado la
Constitución que tanto nos obliga. Creo
que no se puede estar más de acuerdo con la intencionalidad crítica de esa
apreciación y aún es más, si acaso lo
que uno pretende es valorar las consecuencias presentes de ese dato, cuando el
ciudadano malvive desasistido de protección y sin convivencia palpable ni
posible, por cuanto que cada vez ha cobrado más fuerza el suicidio entre
nuestros vecinos como una salida óptima y personalísima o cuando cada semana
muere una mujer en España por maltrato, por ejemplo. No puede uno augurar un
panorama más desolador para su propio país, o acaso sí. Lo afirmo porque lo
público, lo nuestro, ha hecho suya, nuestra, una crisis privada y porque si se
ha hecho así, lo público, no puede por menos más que estar un escalón por
debajo de lo privado. Pero tampoco es sólo eso. Que ninguno de los que tenemos
menos de 53 años haya votado la Constitución habla de que no hemos elegido una
monarquía parlamentaria como la nuestra o un sistema retributivo como el
nuestro, o cualquiera de las instrumentaciones que se han desarrollado para
regular la convivencia que hoy se muestran tan urgentemente necesitadas de
reforma o de nuevo consenso, tan necesitados de que sea el pueblo, ¿nosotros
por fin?, quienes refrendemos lo que nos afecta y desde luego nos seguirá
afectando, como no invirtamos el orden de las cosas. Para acabar de
desalentaros os diré que España es uno de los pocos ejemplos dentro de la Unión
Europea que no dio la opción de decidir su entrada o no en el Euro, en estos términos,
a sus ciudadanos. No sé si se entiende que lo que quiero decir es que esa nueva
vuelta de tuerca que nos da la espalda nuevamente es la misma que nos hace
sentirnos como nos sentimos con esta realidad hoy, y que desde luego nos valora
como ciudadanos ineptos e inmaduros o, por lo menos, como ciudadanos de los que es digno desconfiar , pues tanto se desconfía
de nuestra razón o de nuestro voto cuando interesa. Pensad en ello.
viernes, 17 de mayo de 2013
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