viernes, 17 de mayo de 2013

Pensad en ello



El amigo Manuel Juanes señaló con mucho acierto en una de las tertulias  clausuradas, (quizás la palabra sea censuradas, aunque no sé muy bien pues fui parte), en Canal Extremadura con el nuevo gobierno y en las que participábamos, que todos aquellos españoles menores de 53 años no habíamos votado  la Constitución  que tanto nos obliga. Creo que no se puede estar más de acuerdo con la intencionalidad crítica de esa apreciación y aún  es más, si acaso lo que uno pretende es valorar las consecuencias presentes de ese dato, cuando el ciudadano malvive desasistido de protección y sin convivencia palpable ni posible, por cuanto que cada vez ha cobrado más fuerza el suicidio entre nuestros vecinos como una salida óptima y personalísima o cuando cada semana muere una mujer en España por maltrato, por ejemplo. No puede uno augurar un panorama más desolador para su propio país, o acaso sí. Lo afirmo porque lo público, lo nuestro, ha hecho suya, nuestra, una crisis privada y porque si se ha hecho así, lo público, no puede por menos más que estar un escalón por debajo de lo privado. Pero tampoco es sólo eso. Que ninguno de los que tenemos menos de 53 años haya votado la Constitución habla de que no hemos elegido una monarquía parlamentaria como la nuestra o un sistema retributivo como el nuestro, o cualquiera de las instrumentaciones que se han desarrollado para regular la convivencia que hoy se muestran tan urgentemente necesitadas de reforma o de nuevo consenso, tan necesitados de que sea el pueblo, ¿nosotros por fin?, quienes refrendemos lo que nos afecta y desde luego nos seguirá afectando, como no invirtamos el orden de las cosas. Para acabar de desalentaros os diré que España es uno de los pocos ejemplos dentro de la Unión Europea que no dio la opción de decidir su entrada o no en el Euro, en estos términos, a sus ciudadanos. No sé si se entiende que lo que quiero decir es que esa nueva vuelta de tuerca que nos da la espalda nuevamente es la misma que nos hace sentirnos como nos sentimos con esta realidad hoy, y que desde luego nos valora como ciudadanos ineptos e inmaduros o, por lo menos,  como ciudadanos de los que  es digno desconfiar , pues tanto se desconfía de nuestra razón o de nuestro voto cuando interesa. Pensad en ello.