domingo, 23 de enero de 2011

Lo que el espejo vomita

¿Dónde están los hombres libres, dónde los soñadores?¿dónde se han metido los inconformistas, los luchadores? ¿dónde están los ciudadanos que conocen el significado de la palabra cambio? No es, desde luego, para mi, ninguna sorpresa que el común de nuestros conciudadanos actúen como  hijos malcriados que, sin mérito alguno, sólo esperan recibir más y más y más, al modo en que sin haber hecho nada para merecerlo, pretenden acceder a todo lo que su compulsión y su egoísmo sin freno pretenden, porque sí. Hasta hace bien poco, cualquiera decía ser cualquier cosa, tanto daba que no hubiese dinero, formación concreta o siquiera humildad en la operación triunfo diaria que ha sido España durante demasiados años. Hoy no son sino muñecos rotos. Hoy vemos madrugar a demasiados constructores que han amanecido albañil, a demasiado industrial sedicente diciéndose ahora parado. Hoy reconocemos el hundimiento de demasiado especulador que no puede hacer frente al nuevo significado de la palabra avaro. Ya va siendo hora de que asumamos que la palabra crisis  por mucho que sepa a estigma, a cero por ciento de nada, por mucho que atenace a más de una garganta , no es sino algo pasajero, como lo ha venido siendo desde el momento en que se inventó ese término. Asumamos que todo error es un error nuestro de una vez, que son tan grandes y necesarios los cambios que se imponen como pertinentes que más nos valdría cambiar nuestra actitud como ciudadanos, pues debemos ser los ciudadanos del futuro los que debemos reorganizar nuestras instituciones, ser más participativos y menos ladrones, necesitamos más conciencia y cultura política y ciudadana, más asociacionismo, que se defiendan los colectivos y no de manera excluyente, que de una vez el político gestione lo público con el más preciso seguimiento del ciudadano, que los ciudadanos asumamos que el oportunismo, dada la experiencia, es la peor vía para sobreponernos, pues lo que debemos hacer es apretar los dientes y cerrar los puños, solo nosotros somos los responsables de nuestro pasotismo grávido,  sólo nosotros podemos alterar el orden establecido e incluso el estado de las cosas actual, sólo nosotros podemos entender que cuando no hay, hay que aprender a renunciar, sin más y sin sorpresa. No hay tiempo que perder, debemos ponernos en nuestra justa medida, bien podemos empezar por abofetearnos.