viernes, 22 de febrero de 2013

“No quiero ser ninguno de ellos”


No quiero ser ninguno de ellos, no. No les envidio un ápice de cualquiera de esos sucios céntimos de euro que acumulan por cientos de miles, por millones. No quiero para mi la ignominia de ser un traidor  a sus vecinos, a sus conciudadanos. No quiero ser carne ni cuerpo para la mentira, para la hipocresía y el engaño cierto. Sólo espero una conciencia tranquila y vivir en paz, hoy, en estos días. No deseo sencillamente lo que no es mío, lo que no he construido sin esfuerzo. No quiero nada que no tenga mi sudor ni mi aliento. No atacaré a un bombero por negarse a ejecutar un embargo, sencillamente porque no hay contradicción ideológica en ello, los bomberos precisamente lo que desean es defender y preservar a las gentes en sus casas luchando incluso contra el fuego. No se me ocurriría sacarle un dedo corazón a aquellos a los que engaño o saqueo.  No les diría que se jodan a seis millones de víctimas de los avarientos. No negaría lo que está sucediendo porque sería tanto como encubrir, como negar lo que es cierto y se muestra palpablemente inatacable. No querría estar en el poder a no ser que estuviera preparando cómo evitar mi arresto o construyendo firmemente mi impunidad. No podría dormir ante el desfile defenestrado de cuerpos saltando por los aires o ardiendo. No querría ser la demostración histórica  de la palabra corrupción, estafa, robo, fraude, engaño, descreimiento, hundimiento del futuro de una nación, vergüenza de un presente que les está perdonando la vida por suerte para ellos. No quisiera sobre mi espalda tantos malos augurios ni tantas ganas de vilipendiarme o hacerme pagar los engaños, las mentiras ni mi ineptitud cobarde. No quiero ser ninguno de ellos, frágiles, temblorosos, temerosos de que de repente todo estalle y les arrastre en una  gran ola sonora de gente gritando desesperada por las calles que todo lo barre. Yo solo quiero ser el amor para quien me ame, la parte proporcional de un abrazo a un amigo, a un hermano, la mano en el hombro sobre los padres, el buenos días al vecino, la ayuda que no se pide, la mirada que nada esconde, la voz que no grita, el paso más próximo a la palabra hombre.