A menudo releo obras que atesoro con gran satisfacción y con un pequeño punto de avaricia. Me tranquiliza saber que están ahí “a la mano”, al modo en que marcamos el teléfono del amigo y éste se presenta ipso facto, sin siquiera querer saber cuál ha sido el motivo de tan abrupto requerimiento. Es tranquilizador y, quizás esto no sólo se deba al olor a infancia, concentración, humo, polvo y vida que ha de tener toda buena biblioteca, sino que, estando ahí toda esa información, toda esa experiencia adquirida y vivida, de repente uno se siente con más armas, más argumentos, o al menos con la seguridad que da la posibilidad de poder refugiarte o defenderte si es el caso. También es inevitable pasar por el tamiz, por el ojo lúcido de tantas mentes preclaras si lo prefieren, de las referencias literarias o académicas de todo aquello que se ha leído o aprehendido finalmente con la decisión del sacrificio que tan bien alimenta la curiosidad. Es así como en estos días me ha venido a la mente Luces de Bohemia, la magistral obra de Valle-Inclán, con su descripción trágica y grotesca de la imposibilidad de vivir en un país deforme, injusto y opresivo, tan actual hoy día no sólo por el asesinato judicial del Juez Baltasar Garzón, sino también por una España desgarrada, cruel e indolente que bien cabe en las dimensiones del poema “Españahogándose” del no menos genial y admirado, Blas de Otero. De alguna manera infausta uno es lo que lee y aproxima, pues así ha ido, y va, orientado el propio pensamiento una vez asumidas las condiciones de la inabarcabilidad de la totalidad del pensamiento humano. No podemos, por menos, sino tomar partido como mejor manera de hacer una primera selección de toda aquella parte del conocimiento al que nunca llegaremos sin más criterio, al modo en que en un viaje decidimos renunciar a saber que se esconde tras un valle abigarrado de terrazas en pleno Andes, o qué, tras un esquina, en el calmado abarrotamiento de Estambul, por ejemplo. Leer o viajar no hacen sino dotarnos de perspectiva, así yo hoy, sólo puedo ver a Kafka como un escritor costumbrista si fuera español y por no citar nuevamente “el esperpento”. Es de Kafka uno de los aforismos que me han vuelto a salir al encuentro en estos días,( y que ya un día utilicé en una exposición por la lucidez y plasticidad de la visión que plasma), que recojo de una maravillosa compilación bajo el título “Aforismos de Zürau” y que os traigo para que entendáis cómo veo hoy, como traduzco, lo que hoy siento. Dice así: “Una jaula fue en busca de un ave”
viernes, 10 de febrero de 2012
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