Queridos
conciudadanos:
Más allá de cualquier color o bandera, más allá de la riqueza de
nuestros bolsillos y de la comodidad o humedad de nuestras casas. A lo lejos incluso, desde los remotos tiempos
de nuestro origen común, por entre nuestras disensiones sempiternas, desde lo
más profundo de nuestra asesina bioquímica y de nuestra genética. Desde nuestra
evolución , desde nuestra inteligencia, desde nuestros logros , desde nuestros
sueños. Desde nuestro amor y desde
nuestro odio, desde nuestra capacidad para generar ternura o miedo, desde
nuestra humanidad más íntima y por sobre la totalidad de nuestros defectos os
escribo, os llamo a gritos más allá de la gramática y de la incorrección de
este texto mal acentuado y que no le resta un ápice a todo el horror que
estamos viviendo. Os miro a los ojos, os agarro por el cuello y os jalo de las
manos, os pateo la espalda y lloro.
Lloro porque empujamos al vacío una vez más a uno de los nuestros. Hoy, 14 de
diciembre, ha decidido matarse en Málaga un nuevo vecino, ha dejado atrás a una
madre de 98 años a la que cuidaba y ha enterrado con ella 50 y tantos años de
estar viviendo. Ella ha dicho basta, no puedo más, no quiero seguir viviendo.
Somos nosotros quienes no hemos sabido aferrarle las manos para cortar su
desaliento, los que no hemos sabido acompañarla a un lugar seguro, los que no
hemos sabido hacerle ver que merece la pena seguir viviendo, pese a toda la
miseria y ambición que nos rodea, pese a nuestra falta de escrúpulos y límites,
pese a la esclavitud que nos imponen las ideas materialmente absurdas. Pese al
lado oscuro de la palabra impotencia. La dignidad nada tiene que ver con el
dinero ni con la apariencia pues nada saben de nuestros recuerdos ni de nuestro
tránsito penoso y breve por la tierra. Somos la totalidad de lo que somos
gracias a la vida, a nuestro esfuerzo por mantenerla íntegra e indemne , por
nuestro instinto animal o por aquellos que nos quieren o necesitan, ¿cómo
abandonar esa idea? ¿cómo permitir que nada importe por la invención o
existencia de las deudas que nada saben del poder inmarcesible del amor, de la
felicidad de los sueños a los que se aspira, de todos aquellos que nos
necesitan y complementan, que nos hacen precisamente ser humanos en el abrazo y en el auxilio, en la
caricia y en la tristeza? Somos seres
humanos porque tenemos la capacidad de decir basta y porque la totalidad de nosotros
hacemos Uno, sólo Uno, pues sólo células somos de un mismo organismo. Queridos
conciudadanos, os pido perdón por no saber traducir el grito que me ahoga desde
dentro, por no saber hablar. Os estoy pidiendo auxilio para los nuestros.