viernes, 14 de diciembre de 2012

S/T






Queridos conciudadanos: 
Más allá de cualquier color o bandera, más allá de la riqueza de nuestros bolsillos y de la comodidad o humedad de nuestras casas.  A lo lejos incluso, desde los remotos tiempos de nuestro origen común, por entre nuestras disensiones sempiternas, desde lo más profundo de nuestra asesina bioquímica y de nuestra genética. Desde nuestra evolución , desde nuestra inteligencia, desde nuestros logros , desde nuestros sueños.  Desde nuestro amor y desde nuestro odio, desde nuestra capacidad para generar ternura o miedo, desde nuestra humanidad más íntima y por sobre la totalidad de nuestros defectos os escribo, os llamo a gritos más allá de la gramática y de la incorrección de este texto mal acentuado y que no le resta un ápice a todo el horror que estamos viviendo. Os miro a los ojos, os agarro por el cuello y os jalo de las manos, os pateo la espalda  y lloro. Lloro porque empujamos al vacío una vez más a uno de los nuestros. Hoy, 14 de diciembre, ha decidido matarse en Málaga un nuevo vecino, ha dejado atrás a una madre de 98 años a la que cuidaba y ha enterrado con ella 50 y tantos años de estar viviendo. Ella ha dicho basta, no puedo más, no quiero seguir viviendo. Somos nosotros quienes no hemos sabido aferrarle las manos para cortar su desaliento, los que no hemos sabido acompañarla a un lugar seguro, los que no hemos sabido hacerle ver que merece la pena seguir viviendo, pese a toda la miseria y ambición que nos rodea, pese a nuestra falta de escrúpulos y límites, pese a la esclavitud que nos imponen las ideas materialmente absurdas. Pese al lado oscuro de la palabra impotencia. La dignidad nada tiene que ver con el dinero ni con la apariencia pues nada saben de nuestros recuerdos ni de nuestro tránsito penoso y breve por la tierra. Somos la totalidad de lo que somos gracias a la vida, a nuestro esfuerzo por mantenerla íntegra e indemne , por nuestro instinto animal o por aquellos que nos quieren o necesitan, ¿cómo abandonar esa idea? ¿cómo permitir que nada importe por la invención o existencia de las deudas que nada saben del poder inmarcesible del amor, de la felicidad de los sueños a los que se aspira, de todos aquellos que nos necesitan y complementan, que nos hacen precisamente ser  humanos en el abrazo y en el auxilio, en la caricia y en la tristeza?  Somos seres humanos porque tenemos la capacidad de decir basta y porque la totalidad de nosotros hacemos Uno, sólo Uno, pues sólo células somos de un mismo organismo. Queridos conciudadanos, os pido perdón por no saber traducir el grito que me ahoga desde dentro, por no saber hablar. Os estoy pidiendo auxilio para los nuestros.