Acaso no sea cierto y sin más la lluvia nos moje a todos por
igual, pues así ante la muerte todo se iguala, esté o no esté ésta un brazo a
nuestra izquierda. Acaso no tiemblen nuestros nombres en ningún papel ni Caín
matara a Abel. Acaso el espejo devuelva una cara sonriente cuando se enfrenta
con dolor. Acaso estar perdido es encontrarse de algún modo perverso. Acaso no
podamos evitar que nos ataquen con tan poco escrúpulo y con tanta impunidad
pues se asume que el golpe no será devuelto, al modo en que uno habla un idioma
y otro, otro. Si el lenguaje es nuestra segunda piel y la mentira se
institucionaliza y convierte en proceder, así estamos hoy: despellejados de
todo aquello que nos hace ser humano y que parece que despreciamos. No es tu carne sino tu carnaza lo que se busca, y
en tanto tanteamos lo que no palpita ni podrá resucitar. Acaso es la vida lo
que agoniza y será al fin ceniza, como un brote verde a la mentira. Son
vuestros hijos los que habrán de ponerse el freno y morder el bocado, son ellos
los que deberán andar girando la muela de piedra mientras delinean con el yugo la
palabra sempiterno. Acaso los padres desprecien el legado, pues tan poco hacen
para evitarlo. Acaso yo solo sea un bocazas, un soñador despreciable, un triste
prisionero de los libros, un decadente que no sabe en qué siglo vive y que no
deja de preguntarse angustiosamente, qué, cuándo, cómo, por qué con tanta
tristeza. Acaso la guerra ha acabado hace demasiado tiempo y aún no lo sé y no
lo he podido asumir. Acaso solo soy un imbécil por andar preguntando desde
estas líneas que no existen para nadie, ni siquiera para quienes me publican y
tras siete años apegados e insistentes en que no he dejado de ser las cuatro
letras melancólicas e inútiles en que me he convertido contra mí mismo y tan
consistentemente. Acaso de nuevo. Acaso otra vez. Acaso sea la lluvia. Acaso esto solo sea
el ocaso que no hay que deshacer.
sábado, 14 de diciembre de 2013
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