Hoy
es el día en que nazco y en que muero, en que trabajo y descanso, en que hago
invierno y veraneo, en que te sueño tanto estando despierto. Hoy es el día en
que piso las cuatro estaciones del año, en que arrugo cien días en uno, en que
paseo incansable por el filo de plata de un colgante de cuello, en que pinto
con los dedos un itinerario invisible a todo ojo pero que no hace sino
acercarme a tu cuerpo recóndito, a lo que eres bajo tu piel. Suenas detrás de
la música que escuchas y me alcanzas y de la literatura en la que buceas. No te
reconozco como quisiera pero no importa, sólo se que me gustas aunque tampoco reconozca
tu sabor. No te he oído en tu voz así solo haya visto tus trazos o tu color
rotundos. Me gustas a pesar de mi desconocimiento y a pesar del vino que te
debo. Me gustas pese a mi mismo y pese a la palabra ignoto. Me gustas por tu
brillo y por tu risa siempre en vanguardia, por tu breve recorrido fértil pero
tan afín, por tus sueños que diviso desde la distancia y que tanto contaminan y
contagian, también porque te intuyo tan valiente que sin saberlo creo que te
admiro desde estos dos mundos en que vivo donde no existen los espejos. Quizás
porque sorprendentemente me veo escribiendo esto que escribo sobre los mundos
entrelazados, sobre las estaciones entremezcladas, sobre la totalidad de días
que arrugo en sólo uno y que no hacen sino describir que la realidad para mi no
existe y que solo necesito un hola para desplegar mis alas y salir volando mas
allá de las nubes inconsistentes, subconscientes, como mi propio vuelo o ánimo
o presente o quizás inconsistente como este baile de letras que no te describen
un ápice aún hablando de ti. Hoy es el día en que no abrazo, en que sueño
futuro y pasado, en que el tiempo se arruga bajo mi mano y queda reducido a sólo
dos palabras: Tú, Yo.
viernes, 28 de junio de 2013
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