Sí. Me gustan tus ojos negros como los de Picasso,
el brillo fijo que les hace aparecer como sonriendo,
me gusta tu cara de gamberra sana,
tu cara de de estar tramando, urdiendo.
Me gusta tu cuerpo de filósofa
y pisar por donde tú no pisas.
Me gusta tu voz acentuada.
Pero también me gustan tus ojos grandes y desconfiados,
me gusta tu risa contenida y soterrada
tu modo de pensar en lo cotidiano,
soñar que viniste para robarme los ojos y cogerme del cabello,
me gusta tu cuerpo con cabeza de pájaro.
Me encantan tus ojos extrañamente verdes o azules,
tu mirada infinita cargada de futuro,
tu cuerpo flexible de historiadora del arte,
tu ilusión cándida y que me arrastres por demasiados sueños.
No puede ser de otra manera:
Me gusta que me arregles la vida desde tu cuerpo pequeño e inmenso,
que te preocupes cogiéndome de la mano, dejando libres mis sueños.
Me gusta que me quieras a pesar de mi pensamiento derrotado,
quizás extremo, o combatiente, de vanguardia, acaso desorientado.
Me gusta que me veáis como soy,
una mente sin dueño que erra y yerra.
Pasos perdidos que sienten ésto que están escribiendo.
Me gustas tú. Todo aquello que sumas descarada,
todas y cada una de las que te convierten en poliédrica.