lunes, 19 de octubre de 2009

Ay

Ay, que lástima de aventura química sinsentido la vida humana, diría Manuel Vicent. He visto cómo duele al hombre la vida desde antes de haber nacido y aún más, cuando ya se es, cuando ya se está respirando, cuando ya ha comenzado la oxidación que iremos arrastrando poco a poco, entre risas y llantos, entre amores imposibles y desencantos, entre todo lo que nunca seremos o nos está vedado, lo que no veremos, lo que finalmente seamos. La vida que duele hasta el suicidio, cuya actitud, talante, opción, decisión, arrastre, como humanos, hemos decidido. Occidente está repleto de suicidas. La inteligencia que no digiere bien la realidad puede decidir volverse loca o simplemente suicidarse, tal es el dolor, la desazón, la inexplicable bajada de manos que supone no ver ninguna otra alternativa posible. Es curioso, Oriente sin embargo se suicida poco y cuando lo hace,- de acuerdo, salvemos que existen muchos casos concretos, pero entiéndanme, quiero hablar de la actitud, del mecanismo mental y ambiental humano-, decía que en oriente se suicidan por culpa del hambre, de la desesperación; por pura pobreza. En occidente nos suicidamos porque no es insoportable nuestra sociedad, no por hambre, sufrimos ante la realidad que hemos construido y que creemos que nos margina o que no nos contempla. Hay una relación directa con el grado y modo de desarrollo de una cultura, de un pueblo, y el suicidio. La gran diferencia del aspecto que quiero matizar, radica en que en oriente descubrieron la meditación, y aquellos pocos ciudadanos suficientemente inteligentes como para ver, para entender las causas del horror cotidiano, para apreciar cuánto erramos los hombres inmotivadamente ( no por el hecho de errar, sino por no saber sacar nada en claro de ese error),para ver cuánto luchamos hasta el agotamiento contracorriente, cuánto nos equivocamos dirigiendo y reconduciendo las conductas, cuántas mentes manipulamos con la educación que nos han impuesto o que imponemos, con la filosofía o religión que haya tocado defender en cualquier geografía concreta. Meditación que no está en nuestro arraigo cultural y que habría ahorrado mucho sufrimiento a Wittgenstein, a Proust, a tantos, a tantos, habría quitado tanta tontería suprematista a un genio como Heiddegger. Perdón, debo volver a pensar en todo lo que he dicho, la radio acaba de radiar mientras estoy escribiendo esto, que un hombre se ha suicidado porque no podía pagar la hipoteca, regentaba una escuela de yoga.