martes, 29 de septiembre de 2009

Palabras que no retiene el lienzo



Sucede a menudo que la fragilidad aparece en toda su dimensión cuando enfrentamos desnudos ( desnudos de seguridad, vestidos con los pliegues y arrugas de la duda) un lienzo o una página en blanco. Sucede que la rabia te hace trocar el intento acariciador en golpes, quisieras atravesar el lienzo con el pincel, comerte la pintura, hacerla tuya, atravesar el papel, el rodillo de la vieja máquina tartamuda, ganar tiempo hasta que “algo” ocurra, ganar en esa lucha, tan a menudo batalla perdida que es la creación, para acabar  arrancando violentamente páginas como el que levanta cadáveres en una fosa común: uno, otro, uno más... Tanto todo para nada, que dijera José Hierro.
Obviar el tiempo, darle la espalda, enfocar sólo una idea, centrarte en ella, hacerla y deshacerla, jugar con ella, ser burlado, perder el hilo, encontrar casualmente un camino de migas de pan y seguirlo hacia ninguna parte, dar vueltas y vueltas, abrir caminos cansados en la selva – no recorrerlos, en el bosque Heideggeriano-, como en La  Vorágine.
                De repente han pasado 9 horas y, ebrio, aparece todo más luminoso, qué luz, qué colores, los amigos conversan amigablemente y yo escribo. Me pregunto, ¿ puedo yo pintar, pues pinto, la luz en un ángulo del cuello, la espalda desnuda contra la mar, la arena esparcida de su arrullo, la infancia borrada como una huella proyectados contra mi nueva amada, y mi sobrecogimiento?. Pasa el tiempo como un eco agotado hacia el infinito. Shostakovich acompaña en la despedida, he cerrado y he subido treintaisiete peldaños hacia el miedo. El frío a solas del estudio, escribo sobre eso: Estudio a solas el frío. A veces ocurre que nada sucede, y yo me pregunto ¿ por qué no pinto un cenicero lleno de cenizas, de colillas, de cenizas, vistas desde la transparencia extraña y deformante, la panorámica verdosa de una botella de orujo?.
                He abierto la ventana hacia la noche. Voy a ponerme a pintar, el viento me empuja hacia el caballete, derrama las últimas mi máquina, la cortina de un golpe ha levantado trece. Palabras que no retiene el lienzo.
               
               

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