martes, 29 de septiembre de 2009

¿Autobiografía?.


 
                Después de tantos años, recuerdo aún con nitidez su ausencia. Recuerdo su risa exquisita y sus gestos de cabeza cuando estaba distraída y se rizaba el cabello con el dedo índice. No puedo recordar su olor, pero sí el brillo de sus ojos cuando miraba a otros; cuando no era yo. Su piel morena surcada por ríos de salitre y la arena de sus pantorrillas atraída por la crema protectora. También la recuerdo en la piscina, cuando el sol plateaba sus hombros húmedos en el agua y yo la admiraba escondido en mi sombrilla oscura de retama. Aún hoy la sigo buscando en todas las playas y en todas las aguas. Persigo el rastro de su bañador rojo con pequeños volantes y lunares negros, persigo en su recuerdo mis recuerdos, mi barrio de Jerez, mi colegio, los amigos en los que todavía pienso, aquellos domingos eternos, inabarcables, la casita del Puerto desde donde yo me resistía a que fuera invierno y ya la esperaba agotando atardeceres, acunando el deleite de su distancia, de su imaginada presencia. No sé que ha sido de ella, lo vendimos todo y nos marchamos, dejamos mi mar y los retortijones encarnados de su cielo, abandonamos sin más las huellas tiernas de nuestra infancia, los castillos de arena ahora tristemente inundados en mi alma, la marisma extraña anegada de cangrejos.
                Yo la amaba desde la distancia inconmensurable de mi inexistencia. La noche se abría ante mí y yo la buscaba desde mi balcón y tras su ventana; en su duermevela yo la velaba, protegía sus sueños, seguramente su ánimo volcado, sus deseos, sus aspiraciones, la vida que uno hace y deshace en las horas extrañamente ensabanadas de las estrellas, ella era un magnífico alumbramiento del que sólo yo era testigo, era ella el cáliz que contenía mis anhelos, mis sueños,¿quién quería entonces un cuerpo?,yo la amaba. No acierto a acordarme de su nombre, quizás nunca lo supe.(Siempre he temido defraudar la inconsistencia temblorosa de las ideas concebidas como algo ajeno a un mundo que, entonces, no era del todo necesario .Si su voz era tierna, cálida, besable, ¿podría yo sostener otro tono, otro timbre?¿podría yo mantenerla ideal, magnífica, si era chillona y limitada?)
                Nunca llegué a saber si la ventana de la que hice depender mis noches era realmente la suya. Nunca supe quién accionaba el interruptor de la luz, ni si era suya la sombra que me abismaba el pecho y que provocaba en mí una extraña carcajada interna más parecida al llanto, más sentida incluso y más buscada. Todo lo recuerdo ahora con una sonrisa escasa, de dolor añejo y maduro, que apenas sí se nota. A lo largo de mi vida ha habido muchas como ella, a todas les he prometido mi recuerdo, mis besos, mis vidas aventureras, estables, deliciosas, fértiles, inmaduras o serenas, insustanciales y felices, a todas  les he dado lo que me pedían sin que lo supieran. Probablemente no supieron nunca que las amaba, probablemente nunca fueron conscientes de su papel de Dulcineas ante éste el de la triste figura que siempre he sido. Aunque algunas sí y lo siento, una de las que más he querido lo sabía y me correspondía. Yo temía no poder amarla más, perderla para siempre. La sigo buscando en las espaldas provincianas de ésta ciudad, en las filas acaloradas de los cines, en los paseos tibios de los atardeceres, ella probablemente sueña otros sueños, pero sé que me quiere desde la frontera huidiza y trasegante que soy después de todo. Creo que ya no vive aquí. No lo siento, nunca lo he sentido, están en mí, ya lo he escrito.
          


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