miércoles, 30 de septiembre de 2009

397 palabras

Decir que no estaba deseando sentarme a escribir sería, por mi parte, absolutamente absurdo, burdo. Estaba deseando decir, por ejemplo; La memoria puede ser a veces el paladeo de lo grato, el viaje breve de la risa hasta las comisuras, el pulso que sobrescribe los trazos tensos y tristes de otros días y de otros aires, todo aquello que no supimos evitar o que hicimos simplemente. Escribir hipnotizado que olvidar se conjuga entonces con gestos de cabeza que señalan al infinito, que hoy el olvido sirve exclusivamente para introducir a todos aquellos que quiero, estimo o aprecio. Que creo necesario traer a este frente de líneas a los que están dispuestos a cerrar picas apretando los dientes con emoción y también a los pobres que salieron huyendo y hoy, por desgracia, se esconden excusándose y en desconcierto. No quisiera olvidarme de los que dan sin esperar más, de que Monty y Manolo me dicen y facilitan que escriba, ellos lo saben. Traer ahora a Josefo diciéndome limpiamente lo que piensa. Hacerme acompañar de nuestro amigo Patxi, baterista que extermina des-células hasta la victoria final, en un gran concierto. También todos los que en el Cali te tienden la mano y la sonrisa, los que te ponen una cerveza fría delante conminándote a quedarte, a compartir. Soñar con una barra naranja de Silestone que nos volverá a agrupar a todos ya por fin y de una vez. ¡ Ah, el tiempo!. Justo ahora que fijo sin fijar doscientas cuarenta y siete palabras, ya demasiado fijas para ser ciertas y en las que tú, si tú, al contarlas, lector, descubrirás que es cierto y pese a todo, innecesario. No hallarás una respuesta cierta ni si se acierta. No importa qué vean nuestros ojos, finalmente la sinrazón lo copa todo y nos escribe en la frente entre risas la palabra amor, escribiendo también olvido en un post-it rosa que se despegue al tiempo. En un gesto me pides que te posea, mujer que me desamas. Radiohead canta Weird fishes y me emociono innecesariamente recordando una canción que nunca hemos compartido, sirena de mis días, sonar o ruido que no alarma, también yo sigo al fin, leyendo lo que escribo. Por incrédulo caigo abatido por las palabras tras las que me escondo, lo sabes, amor que me desarmas , que no tienes cara o no la recuerdo, por breve. Ve. (397).

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