viernes, 8 de junio de 2012

Veris leta facies


              Paseemos por los valles y campos de una habitación forrada de libros multicolores sin ordenar. Caminemos abrazados torpemente por las sendas que no existen mientras el sol sigue su danza testimonial y el suelo está plagado de las hojas aún verdes de poemarios no editados. Gastemos el tiempo que se crea queriendo, yendo de un sitio a otro vagamundos y humildemente ricos. Bañémonos en el mar oceánico de mi bañera mientras no recogemos caracolas ni nos abrasamos por el sol. Viajemos el mundo sin salir de casa y hagamos la ruta de las manos por nuestros cuerpos entregados. Hagamos un intercambio de olor. Amontonemos caricias con forma de castillo de arena sobre la alfombra, sutil edificio que ninguna ola podrá sitiar. Horademos de huellas invisibles el pasillo. Colguemos recuerdos en las paredes y  el techo. Quedémonos en silencio escrutando las horas desnudas. Llenémonos los bolsillos de besos. Salgamos volando por la ventana mientras el violinista de la cara verde improvisa una canción de amor. Seamos eclipse en el eclipse de Venus aunque sólo sea una vez. Celebremos la fiesta del abrazo piel con piel mientras te refugias en mi cuello. Bailemos la danza de los locos entregados, de los propietarios nudistas de islas inexistentes. Hagamos un pacto de Estado que se selle con nuestras lenguas. Seamos alimento para el hambre. Digamos adiós a los pájaros. Démonos calor como excusa en el entretiempo. Anudemos nuestros segundos viendo una película distraídamente amontonados. Ven. Ven volando sin mirar atrás, entra por el balcón dónde ya regados, están los latidos en flor. Ven. Háblame de todo lo que no conozco como si fuera mi vida. Apaga mi sed contra tu cuerpo, toma aquí mis manos, guardemos silencio, nos está mirando de frente la auténtica cara de la primavera.

1 comentario:

  1. Florece, al calor de sus manos su texto se hace verde, prolifera por toda la página, llena de humedades propicias a la vida y sus ganas de perpetuarse. Bucólica y salvaje, la palabra revienta los muros con sus raíces que crecen.
    Leo y siento el tibio fluir de sus palabras, se refrescan mis ojos, se me alegra el aliento; además, he sabido por otros medios que apenas ha sido su cumpleaños, y entonces aprovecho sus afanes de primavera para mandarle los abrazos más cálidos de este otro lado del océano, donde es verano y se llueve de pronto y toda la ciudad tiene ese olor a tierra cruda que pone la lluvia sobre todas las cosas.

    ResponderEliminar