martes, 6 de octubre de 2009

No he vuelto a quedarme dormido en el sofá para mi alivio.


No he vuelto a quedarme dormido en el sofá para mi alivio. Tampoco he intentado llevarme hasta el borde mismo del cansancio inexplicablemente, ¿será verdad que soy mi peor enemigo? No me he quedado leyendo hasta que me pega en la frente el libro, ni he deambulando insomne por la casa pensando que pienso. No he estado diseñando inventos o instalaciones toda la noche evitando así acostarme.  No he vuelto a amanecer torcido de cansancio en el asiento solitario. No he pintado los minutos y horas de desvelo, no he fotografiado bodegones imposibles improvisados en las horas muertas en que la ciudad parece que no existe. Hace días que no prorrogo las horas en que he de tumbarme desconectado y expuesto, amortajado de subconsciente, que no revuelvo las sábanas en combate desigual y chinesco. Hace días que apareciste por casa tras el primer intento y claro, no te sueño si te tengo al lado respirando esos sorbitos pequeños. Hace días que para no despertarte, ya apenas  hablo y pataleo en brazos de Morfeo. Es así desde que me miras con los ojos entrecerrados y las piernas entrecruzadas, desde que me hablas sin parar de esto o de aquello, desde que tus manos me acarician al descuido y me colonizan estando toda tu al descubierto. De memoria te retrato sonriéndome en contrapicado. Así es desde que eso mismo afecta a mi estar despierto. Son tu cuerpo y tu tacto precisos los que me sacan o sonsacan el apremio, no ya de dormir, sino de seguir tu mano que me aferra y me guía como a un minotauro ciego. Es así, es curioso. Eres la que no me llama porque antes sales a mi encuentro. La que corre de puntillas por el pasillo y se cepilla los dientes sentada al borde de la bañera mientras yo me los cepillo. A veces se derriten los cronómetros, se vuelven piedra los relojes de arena que miden nuestro tiempo secreto y furtivo. Hemos salido del portal dándonos un beso y nos hemos ido sonriendo, recordándonos antes de volver a vernos. Sorprendentemente no hemos quedado en tener esto que ahora y tan brevemente tenemos, ni hemos conciliado posiciones en ningún proyecto, simplemente nos hemos ido pensando, buscando y recortando en un acercamiento improvisado y tranquilo.  Hace días que desayunamos juntos sin embargo, recorriendo con el ánimo algún destino turístico, posponiendo desencuentros entre sorbo y sorbo de café, entre risas, besos sonoros y comentarios procaces. No puedo evitar pensar en verte escrita en la palabra ayer, anoche, y desearte así una y otra vez, siempre ayer, anoche, como en un reloj hecho pared y desde donde no se exprese el tiempo.

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