miércoles, 14 de octubre de 2009

Las palabras


Las palabras. El viento que sopla sobre tu cabello meciéndolo al son con que los siguen mis ojos. La misma ciudad. Las horas distantes y distintas en que el atardecer es esa hora feliz en que nos miramos a los ojos y nos vemos limpios y nos sentimos livianos. Hay días en que todos lo problemas caben en el pedazo afilado de destiempos de la cáscara diminuta de un pipa, idéntica marca o huella a la de una uña clavada en la piel, con deseo o sin él o recién cortada, que tanto da. A veces es la propia luna la que aparece en esa forma de paréntesis. Hay noches en que sueñas a mi lado con esa mueca en tus comisuras, pequeña, es sin duda tu deseo el que pronuncia mi nombre que, aunque inconsciente, me reclama. Hay noches en que con eso ya todo es suficiente. Todo cabe en la arruga de la sábana, en la huella de una nuca sobre la almohada. En la frontera tibia que queda tras tu cuerpo emigrado de la tela blanca. Sin nacionalismo invado tu feudo. Es en ese momento en que me siento satisfecho de lo que tengo y que solamente se circunscribe en ese cuadrilátero tierno. No importan las categorías con las que pretendamos inducir a error, no creo en ninguna de ellas. Lo que es, no es reflejo de lo que se ve. Es entonces cuando comprendo que nada tienen que hacer los que sólo piensan en dinero. Es así como veo el poder candente como un fierro, no hay mano que, asiéndolo, no pague demasiado caro su precio. ¿Solo podemos quejarnos o nos dan rienda suelta para que acabemos con ellos? Sí, con ellos, con todos aquellos que detentan la capacidad de decisión que le ha confiado el voto de tanto crédulo. Puede decirse de muchas maneras, para eso están las palabras, para hablar de una amada o defenestrar a más de un cabestro. El viento sopla, ya lo he dicho, pero no trae vientos de cambio, no huele el aire a mejora, sigue oliendo a viejo, a cadáver, lamentablemente nada que ver con el surrealismo o lo exquisito, me temo que aquí lo muerto, para variar, no dará paso a lo nuevo aunque ya me consta que así lo veremos. La semana pasada me pesaban las palabras en la boca por tan llena de malestar, apenas creo que se me entendiera al estar refunfuñando, hoy, también cansado, sólo quiero acostarme y dormir al lado de ella, ir marcando con los dedos el paso fiero de un ejército imaginario por su cuerpo, prometiendo una conquista segura y con avenimiento, siguiendo mis propias huellas en silencio hasta donde no profundizan las palabras. Las palabras.

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