No quiero ser ninguno de
ellos, no. No les envidio un ápice de cualquiera de esos sucios céntimos de
euro que acumulan por cientos de miles, por millones. No quiero para mi la
ignominia de ser un traidor a sus
vecinos, a sus conciudadanos. No quiero ser carne ni cuerpo para la mentira,
para la hipocresía y el engaño cierto. Sólo espero una conciencia tranquila y
vivir en paz, hoy, en estos días. No deseo sencillamente lo que no es mío, lo
que no he construido sin esfuerzo. No quiero nada que no tenga mi sudor ni mi
aliento. No atacaré a un bombero por negarse a ejecutar un embargo,
sencillamente porque no hay contradicción ideológica en ello, los bomberos
precisamente lo que desean es defender y preservar a las gentes en sus casas
luchando incluso contra el fuego. No se me ocurriría sacarle un dedo corazón a
aquellos a los que engaño o saqueo. No
les diría que se jodan a seis millones de víctimas de los avarientos. No
negaría lo que está sucediendo porque sería tanto como encubrir, como negar lo
que es cierto y se muestra palpablemente inatacable. No querría estar en el
poder a no ser que estuviera preparando cómo evitar mi arresto o construyendo
firmemente mi impunidad. No podría dormir ante el desfile defenestrado de
cuerpos saltando por los aires o ardiendo. No querría ser la demostración
histórica de la palabra corrupción,
estafa, robo, fraude, engaño, descreimiento, hundimiento del futuro de una
nación, vergüenza de un presente que les está perdonando la vida por suerte
para ellos. No quisiera sobre mi espalda tantos malos augurios ni tantas ganas
de vilipendiarme o hacerme pagar los engaños, las mentiras ni mi ineptitud
cobarde. No quiero ser ninguno de ellos, frágiles, temblorosos, temerosos de
que de repente todo estalle y les arrastre en una gran ola sonora de gente gritando desesperada
por las calles que todo lo barre. Yo solo quiero ser el amor para quien me ame,
la parte proporcional de un abrazo a un amigo, a un hermano, la mano en el
hombro sobre los padres, el buenos días al vecino, la ayuda que no se pide, la
mirada que nada esconde, la voz que no grita, el paso más próximo a la palabra
hombre.
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Muy bueno, como siempre; o mejor. Valiente, clarísimo y emotivo. Yo casi lloro en el cambio de tono. Muy bien, amigo, muy bien. Orgullosa de poder usar esa palabra contigo.
ResponderEliminarGracias Irela, mi voz, acompañada, suena menos desolada que mi vida.
ResponderEliminarNi se te ocurra desolarte la vida. Confío en ti.
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