Si la Filosofía anegara las
calles, si la Poesía sobrevolara las cornisas y las cubiertas, si subiera hasta
donde las nubes huelen a humo de avión y el cielo raya el desequilibrio de
tantos viajes. Si viviera Anaxágoras, Parménides o Protágoras. Si Diógenes nos
hallara a plena luz del día, si el mismo Sócrates no hubiera bebido nada en
aquella hora cierta en que apenas sí alcanzó a aprender una pequeña melodía que
ya sería eterna, si ese día siguiera siendo hoy. Si en lugar de guerras hubiera
justas literarias, batallones de poetas blandiendo plumas, sonetos y cuadernos.
Si en lugar de todo hubiera nada. Una nada primigenia virgen de toda mano o
molde. Si pudiera moldearse una nueva amalgama sin alquimia. Si pudiera
escribirse nuevamente la palabra hombre, como cuando volvemos amar después de
todo, así sólo sea un paréntesis nuevamente. Si se pudiera recuperar la pureza
que alguna vez nos mantuvo unidos. Si acaso Platón no hubiera hablado de la
caverna y pudiéramos ver todos al mismo tiempo, llegando al mismo conocimiento.
Si acaso no hicieran falta las palabras, ni siquiera el más mínimo gesto. Si
Wittgenstein aún fuera tocado por estas mañana de octubre en su cabaña o no, si
también lo hiciera Adorno desde la solidez de sus convicciones, cuántos
conflictos entonces no habrían desarrollado su calvario, cuántos profetas no
habrían encontrado el camino de regreso afortunadamente por entre el desierto;
cuántos burócratas perderían todo reconocimiento y cuánto banquero no iría
preso. Si Nietzsche viviera estaríamos todos suspensos. Si cualquier poeta aun
viviera arraigado en nosotros, diríamos entonces amor, vida, caricia, tristeza
que recompensa, diríamos esto no puede estar sucediendo y anunciaríamos un
mundo nuevo. Si todo esto pudiera estar sucediendo al mismo tiempo. Si fuera
posible que sucediera. Si acaso yo no fuera tan idiota e ingenuo.
viernes, 19 de octubre de 2012
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