Ha
llegado el momento. Han llegado las horas y los días. Tantas noches abiertas y
desde luego tantas estrellas. Hoy es el presente incierto que tan mal conjuga y
que tanto ha fomentado tristemente el verbo enjugar. Nadie ha sacado un plan,
su plan, y lo ha puesto en medio. No podemos saber si nos sumamos o seguimos
esperando mientras tanto. El plan existe y lo tenemos cada uno de nosotros, eso
está claro, sucede que parece que no lo hemos descubierto aún. La calle se está
haciendo la distraída ya por demasiado tiempo y de estación en estación. Todas
las ventanas devuelven hoy el reflejo de una imagen solitaria, un malentendido Vermeer
deprimente en los minutos en que la esperanza lucha por sobrevivir, nuevamente.
Filosofía para niños si acaso sólo es el principio, pues hoy empieza todo. Los
sueños tienen que bajar a la tierra y ha de salir la maldad, el mal, de la
cabeza del mundo. Hemos recibido demasiadas señales de lo que se nos viene
encima. La integridad humana se ha convertido en un cristal roto en las manos
de un bebé y se escurre constante por entre las alcantarillas. No es el momento
de atrancar las puertas, echar los pestillos, ni de cerrar los candados. Tampoco
de esconderse bajo la cama ni bajo las sábanas como niños. No se puede seguir
girando la cara, ni agachar la cabeza o retirar la mirada. Hoy es el día en que
hemos de mirar a los ojos y debemos cerrar los puños con los dientes apretados.
Hoy es el día en que hemos de llorar de pura rabia porque no hay otro camino.
Hoy tienen que levantarse barricadas de pensamientos positivos y decididos. La
obstinación ha de gritar ningún paso atrás más, porque a nuestra espalda se
están ahogando nuestros vecinos. Ningún atropello más porque exigimos estar
vivos, porque sólo nosotros somos dueños de nuestro destino. Hoy es el día,
hoy, tenéis que asumirlo, pues hoy es el día en que ha de quedar la playa
rayada y han de quedar las naves ardiendo.
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