Paseemos por los valles y campos de
una habitación forrada de libros multicolores sin ordenar. Caminemos abrazados
torpemente por las sendas que no existen mientras el sol sigue su danza
testimonial y el suelo está plagado de las hojas aún verdes de poemarios no
editados. Gastemos el tiempo que se crea queriendo, yendo de un sitio a otro
vagamundos y humildemente ricos. Bañémonos en el mar oceánico de mi bañera
mientras no recogemos caracolas ni nos abrasamos por el sol. Viajemos el mundo
sin salir de casa y hagamos la ruta de las manos por nuestros cuerpos
entregados. Hagamos un intercambio de olor. Amontonemos caricias con forma de
castillo de arena sobre la alfombra, sutil edificio que ninguna ola podrá
sitiar. Horademos de huellas invisibles el pasillo. Colguemos recuerdos en las
paredes y el techo. Quedémonos en
silencio escrutando las horas desnudas. Llenémonos los bolsillos de besos.
Salgamos volando por la ventana mientras el violinista de la cara verde
improvisa una canción de amor. Seamos eclipse en el eclipse de Venus aunque
sólo sea una vez. Celebremos la fiesta del abrazo piel con piel mientras te
refugias en mi cuello. Bailemos la danza de los locos entregados, de los
propietarios nudistas de islas inexistentes. Hagamos un pacto de Estado que se
selle con nuestras lenguas. Seamos alimento para el hambre. Digamos adiós a los
pájaros. Démonos calor como excusa en el entretiempo. Anudemos nuestros
segundos viendo una película distraídamente amontonados. Ven. Ven volando sin mirar
atrás, entra por el balcón dónde ya regados, están los latidos en flor. Ven. Háblame
de todo lo que no conozco como si fuera mi vida. Apaga mi sed contra tu cuerpo,
toma aquí mis manos, guardemos silencio, nos está mirando de frente la
auténtica cara de la primavera.
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Florece, al calor de sus manos su texto se hace verde, prolifera por toda la página, llena de humedades propicias a la vida y sus ganas de perpetuarse. Bucólica y salvaje, la palabra revienta los muros con sus raíces que crecen.
ResponderEliminarLeo y siento el tibio fluir de sus palabras, se refrescan mis ojos, se me alegra el aliento; además, he sabido por otros medios que apenas ha sido su cumpleaños, y entonces aprovecho sus afanes de primavera para mandarle los abrazos más cálidos de este otro lado del océano, donde es verano y se llueve de pronto y toda la ciudad tiene ese olor a tierra cruda que pone la lluvia sobre todas las cosas.