miércoles, 20 de julio de 2011

“Ego sum bulla”


Las alas que el viento eleva. La mar océana que se retira y se desala. Mientras tanto yo, nada de nada. Apunto sin mirilla y sin temblor. Avanzo tan rápidamente como me permiten mis escrúpulos. Dejo atrás cadáveres automortificados mientras avanzo, sudo y me río. Del-i-rio, sí, de lirios el río. Los días que el cuerpo no habita ningún hábitat. Las noches que el cerebro vigila sin vigilia. El color insípido de las horas. Los minutos sedientos, sedentes. Los segundos untuosos e incorruptos. Demasiados pasos que no dejan huella alguna en el asfalto. Apenas una sombra rauda que atraviesa demasiados escaparates. La sorpresa de encontrar demasiado sexo en un cuerpo laxo, en un brazo tatuado de mariposas que quien sea acaricia. Pienso en su meta-metamorfosis: capullo-gusano-mariposa-gusano-tierra, no sé por qué, aunque así acabamos todos, carne que la tierra acoge en otras vidas tras tanta vida como gusanos. Nada sabe la filósofa de lo soñado, tampoco la escritora, quizás sí la música. Sólo una sabe que soñando hablo, mucho, quizás tanto como cuando no descanso. Leo compulsivamente demasiados libros a la vez y oigo sus voces, es tal el frenesí que los retuerzo entre estas mismas manos que escriben que escriben, que describen hartazgo, violencia, cansancio. El tiempo pasa tan rápido mientras tanto, me siento como un avestruz cuando me encierro y leo, cuando leo mi encierro y hasta cuando cierro el libro y ya no leo. No hay quién lo entienda, lo sé, el agua no hierve cuando se la mira atentamente, no pasa a verde el semáforo si es eso lo que se espera. Me viene a la mente ahora Sloterdijk, quizás por haber pensado en burbujas o, quizás por ser éste un pensador descomunal, o por haber llamado científico melancólico a mi admirado Adorno, quizás porque leo demasiado y se me indigesta por  falta de reposo y quizás de poso, quizás sí, quizás-quizás. El ruido del ordenador como toda música, suena el tecleo tartamudo como  compaña a mi empeño y tú, lector, no tienes ni idea de lo que estoy diciendo. Todo comenzó con un aleteo en la justa tarde injusta en que el tiempo ha sido puro regodeo y así, infausto, sediento, asolado, sólo un último golpe más y un último adagio inventado en la espera de que estalle su fragilidad en el espacio, pues sí: Soy una burbuja.

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