Miro enamorado los retratos de más de una filósofa, de una proto-pintora y recuerdo que ha sido Sloterdijk el que ha venido a denominar espacio interfacial la distancia que hay entre lo propio reconocible y la alteridad exótica: La tensión constatada en tantos órdenes entre identidad y alteridad.
Bacon decía que el rostro no sólo no está fijo, sino que el horquillado sobre el que se sustenta puede ser realmente flexible. Hoy sabemos que la psicología clásica, sus reconocimientos y exigencias, ya no fija el rostro en la pintura moderna como lo ha hecho con anterioridad, pues ésta ya ha desaparecido. Ninguna imagen que participa de otras, aislada, podría darnos la idea del todo. Convengamos entonces que una sola foto no lo abarca, pues se adhiere a lo real, plasmando incluso el tiempo detenido, irrepetible, pero no desvelándolo. De ahí que me sienta hoy más cerca de Bacon: Hoy sé que no podemos completar el retrato de un hombre.
Si el rostro, la mirada, es el principio de la conciencia emotiva, ya que la identidad sólo puede constituirse a partir de la mirada del otro; (pues frente a ella develamos nuestra frágil desnudez, nos volvemos vulnerables y comprensibles, siendo traspasados). La relación de alteridad, cara a cara, es entonces una relación ética originaria, co-fundadora de la afectividad y expresada a través de la imagen, a través del rostro que nos mira y nos reclama, sin que pueda olvidarse, sin que pueda dejar de ser responsable de su miseria o encumbramiento.
A pesar de lo dicho quedaría el debate de cómo se interiorizan y por qué esos retratos que, al modo de un estela picta, viaja de nuestros sentimientos a nuestros prejuicios. No importa mucho el modo en que están hechas las diferentes fotografías técnicamente, tampoco importaría cuántas pinceladas han de darse para reconstruir el cabello, si cada trazo nos parece potencialmente algo más que un simple gesto, ni si la sensación es de tristeza o atracción sea ascendente o descendente. No es la ficha técnica la que en el enfrentamiento con la obra ha sacado tanta información de mi consciente. Uno no puede ver si no a través de las gafas que porta, ni traducir esa información si no a través del cuerpo que se padece. Quizás ahora sólo sé que por ser yo limitado, el debate es ciertamente inconmensurable. Quizás sólo sé que a través de cualquier retrato, por mucho que enamore, todo hombre es un proyecto descabellado.
Bacon decía que el rostro no sólo no está fijo, sino que el horquillado sobre el que se sustenta puede ser realmente flexible. Hoy sabemos que la psicología clásica, sus reconocimientos y exigencias, ya no fija el rostro en la pintura moderna como lo ha hecho con anterioridad, pues ésta ya ha desaparecido. Ninguna imagen que participa de otras, aislada, podría darnos la idea del todo. Convengamos entonces que una sola foto no lo abarca, pues se adhiere a lo real, plasmando incluso el tiempo detenido, irrepetible, pero no desvelándolo. De ahí que me sienta hoy más cerca de Bacon: Hoy sé que no podemos completar el retrato de un hombre.
Si el rostro, la mirada, es el principio de la conciencia emotiva, ya que la identidad sólo puede constituirse a partir de la mirada del otro; (pues frente a ella develamos nuestra frágil desnudez, nos volvemos vulnerables y comprensibles, siendo traspasados). La relación de alteridad, cara a cara, es entonces una relación ética originaria, co-fundadora de la afectividad y expresada a través de la imagen, a través del rostro que nos mira y nos reclama, sin que pueda olvidarse, sin que pueda dejar de ser responsable de su miseria o encumbramiento.
A pesar de lo dicho quedaría el debate de cómo se interiorizan y por qué esos retratos que, al modo de un estela picta, viaja de nuestros sentimientos a nuestros prejuicios. No importa mucho el modo en que están hechas las diferentes fotografías técnicamente, tampoco importaría cuántas pinceladas han de darse para reconstruir el cabello, si cada trazo nos parece potencialmente algo más que un simple gesto, ni si la sensación es de tristeza o atracción sea ascendente o descendente. No es la ficha técnica la que en el enfrentamiento con la obra ha sacado tanta información de mi consciente. Uno no puede ver si no a través de las gafas que porta, ni traducir esa información si no a través del cuerpo que se padece. Quizás ahora sólo sé que por ser yo limitado, el debate es ciertamente inconmensurable. Quizás sólo sé que a través de cualquier retrato, por mucho que enamore, todo hombre es un proyecto descabellado.
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